
"Las persona creativas necesitan tiempo para sentarse y no hacer nada. Algunas de mis mejores ideas surgen cuando estoy aburrido, por eso nunca llevo las camisas a la lavandería. Me encanta planchar las camisas: es tan aburrido que casi siempre se me ocurren buenas ideas. Si se te acaban las ideas, lava los platos. Da un paseo muy largo. (…) Mira fijamente un punto de la pared todo el tiempo que puedas. Como dice la artista Maira Kalman: "Evitar el trabajo es la forma de centrar mi mente". - Austin Kleon, Roba como un artista: 10 cosas que nadie te dijo sobre ser creativo
¿Cuándo fue la última vez que te sentaste a hacer nada? ¿A dedicar tiempo a mirar por la ventana, a sentir el sol sobre la piel sin pensar en otra cosa?
En los últimos días, me he dedicado precisamente a eso — a hacer nada. Hace unos años, durante mis cursos intensivos de italiano en la universidad, me topé con una expresión que siempre me ha gustado desde entonces: "dolce far niente", que traduce la dulzura o el placer de no hacer nada.
Este año comenzó para mí lleno de proyectos, lo que significa tener mucho trabajo. Durante febrero, marzo y parte de abril estuve trabajando como loca, a veces hasta 14 horas al día. Hace unas dos semanas tuve varias entregas y de pronto vi mi lista de cosas por hacer sin nada pendiente. Durante un día o dos disfruté la sensación de no tener nada por hacer, después comencé a sentir culpa.
Entonces me pregunté: ¿por qué sentimos esta necesidad de estar siempre ocupados, de tener siempre algo por hacer? No es como si hubiese tardado mucho en encontrar la respuesta: hemos construido una percepción errónea del éxito, pensamos que las personas exitosas están siempre ocupadas, que no paran un solo segundo.
Está claro que vivimos en una sociedad que no fomenta el tiempo de ocio. Está mal visto "hacer nada" porque se asocia con la irresponsabilidad y la pereza, y por eso nos sentimos culpables o angustiados cuando no tenemos nada que hacer. Esta es también la razón por la cual seguimos exigiéndonos más y más, aún cuando nuestro cuerpo y nuestra mente nos envían señales pidiéndonos tiempo de descanso.
El problema es que esta filosofía de estar siempre produciendo desdibuja la línea entre el trabajo y la vida personal. Y cuando estos hábitos se prolongan durante mucho tiempo, pueden tener consecuencias perjudiciales para nuestra salud, tanto mental como física.
Pienso que la creatividad es un músculo y, así como se entrena, hay que dejarlo descansar. Si lo vemos de esa manera, podemos hacer una analogía con los atletas profesionales que entrenan en la justa medida, evitando siempre el sobre entrenamiento, puesto que tiene implicaciones destructivas para la salud y el rendimiento. Para nosotros los creativos, o para las personas cuya línea divisoria entre trabajo, juego y pasión es a menudo inexistente, el exceso de indulgencia en el proceso creativo puede conducir al agotamiento creativo, el temido burnt out.
Empiezas a sentirte abrumado y agotado por todo lo que tienes que hacer, y aun así, te sientes culpable y preocupado por no estar haciendo lo suficiente.
Como creativos también queremos alcanzar el "estado de flujo" nombre acuñado por el psicólogo Csikszentmihalyi, ese estado mental en el que no eres consciente del paso del tiempo porque estás tan inmerso en una tarea y la disfrutas tanto que no eres capaz de pensar en nada más.
Aunque "fluir" es una experiencia que todos buscamos y que es imprescindible para nuestro éxito creativo, el propio Csikszentmihalyi nos advierte de sus nocivas implicaciones adictivas:
"Las actividades placenteras que producen flujo tienen un efecto potencialmente negativo: aunque son capaces de mejorar la calidad de la existencia al crear orden en la mente, pueden volverse adictivas, momento en el que el yo se convierte en cautivo de cierto tipo de orden, y entonces no está dispuesto a enfrentarse a las ambigüedades de la vida."
Mejor dicho, debemos hacer todo lo posible para no permitir que la alegría que experimentamos al hacer nos desconecte de la vida, de nuestra naturaleza innata de ser.
Me gusta salir a trotar los domingos en un parque gigante que queda cerca de mi casa, lo disfruto muchísimo. Sin embargo, el domingo pasado sentí la necesidad de dejar de trotar y simplemente caminar. En cierto punto, me senté en una banquita al lado del lago y me quedé ahí, observando, sintiendo, siendo. En ese momento, experimenté il dolce far niente o lo que los holandeses llaman niksen, la práctica de no hacer nada como medio para aliviar el estrés, una actividad ociosa como mirar fijamente a los árboles sin otro propósito que la relajación.
Ni el niksen holandés ni el dolce far niente italiano tienen que ver con quedarse todo el día durmiendo. No promueven la pereza, sino el placer del tiempo de ocio, el placer de simplemente ser, de sumergirse en un mar de relajación donde la mente es libre de flotar y divagar.
La verdad es que, si queremos ser mejores y más creativos, necesitamos estar ociosos y no hacer nada. Apagar el motor. Descansar. Permitirnos tiempo de relajación y recarga, permitirnos soñar despiertos. Eres un ser humano, no una máquina. Permítete pausar y simplemente ser.
Algo que los últimos días me han enseñado es que la cantidad de trabajo que produzco no define mi validez como persona. En otras palabras, tanto si trabajo 8, 12 o 14 horas al día, como si no, sigo siendo un todo. Mi autoestima no tiene nada que ver con lo productiva que pueda llegar a ser, sino con lo mucho que me acepto y me conformo con ser yo misma.
Y lo cierto es que al final del día siempre habrá algo más que hacer. Otro problema que resolver, otra tarea que tachar de la lista. Pero ¿qué sentido tiene conquistar montañas y alcanzar el éxito si vas a llegar completamente exhausto?
Tu mente merece serenidad tanto como tu cuerpo merece descansar. Date permiso cada día para tomarte unos minutos y simplemente ser. Siéntate sin hacer nada durante un rato, lo suficiente para que tu alma se bañe en ese dulce oasis de amor. Porque en la vida hay algo más que hacer, y eso es la alegría de ser: la esencia de lo que significa ser un humano.
Tómate descansos. Saborea los momentos. Si no, ¿cómo te darás cuenta de la belleza que te rodea y de las cosas sencillas que te ofrece la vida?
Para concluir, un día envejecerás y pensarás "ojalá no hubiera trabajado tanto" y "ojalá me hubiera permitido ser más feliz". Al fin y al cabo, son dos de los cinco principales arrepentimientos de la gente en su lecho de muerte.
Ojalá esta entrada del blog te anime a ‘no hacer nada’ :-)
Nos leemos en un próximo boletín,
Ale.
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